lunes, 7 de marzo de 2011

No hubo Independencia eso fue un Armisticio por Eloy Reverón



Desde el punto de vista de la Teoría de la Realidad Histórica no hubo Independencia, lo que hubo fue un Armisticio. Esa idea está avalada en los escritos de un filósofo llamado Simón Rodríguez. Un mordaz crítico de la política, un hombre de nuestro tiempo a quien los políticos de su época tildaban de loco. Un pensamiento tan liberador que hizo temblar a los oligarcas, quienes trataron de opacar al filósofo a la sombra de la figura del Libertador.


Era un loco porque percibía una realidad que ellos no captaban porque era inconveniente para las manipulaciones políticas del Poder. Estaba tan loco que tenía el coraje de escribir la verdad y publicarla. También decía S.R. que los locos y los niños solían decir la verdad.

A Partir del Encubrimiento de América en 1492 se proyectó hacia Nuestra América una fuerza de dominio colonial, cuyos vectores se proyectaban desde la metrópoli. Son cuatro y los representamos con cuatro imágenes: una figura ecuestre con su lanza y espada; una corona; una cruz y un cubo. Los cuatro principios constitutivos que fusionados en la cultura representan la cosmovisión europea.


Con la figura ecuestre representamos al principio señorial que ocupa el territorio para crear el latifundio: conquista por las armas y somete a los varones a trabajar como esclavos para enriquecerlo. A las madres, esposas e hijas se les aplicaba el sometimiento erótico, la erótica de la dominación y; a los hijos mestizos, (cuya taza demográfica crecía en razón de cincuenta criollitos anuales por cada uno de estos viajeros de Indias), se les aplicaba la pedagógica de la dominación.


A lo largo de su obra, JMBG ha desarrollado reflexiones muy interesantes para describir la cosmovisión del europeo. Desarrolla estos cuatro principios y explica sus posibles combinaciones para obtener una visión de totalidad que permite, caracterizar, con elementos que contribuyen a ampliar el mapa mental que nos ayuda a conformar un plano mental de parte de nuestra herencia. Tema aparte es su discurso salvaje y otros aspectos de su obra que merecen una reflexión más dedicada. Por ahora, nos interesa subsumir este aspecto de los cuatro principios, a los cuales le aplicamos o los sintetizamos a través de símbolos como en la química, la física, la matemática o la gramática; todos estos aspectos del conocimiento que para efectos de una visión estratégica de la historia, no pueden estar desvinculados de ella, sobre todo a la hora de interpretar la realidad histórica.

Comenzamos con el principio señorial porque este tiene una raigambre remota, las órdenes de caballería, los caballeros templarios, los cruzados. En nuestro folleto Principios Fundamentales de la THRB, (editado gracias a la solidaridad de la Dirección General de Investigaciones y Desarrollo Legislativo de la Asamblea Nacional, octubre de 2011, como material de lectura para la realización de nuestros talleres) está resumido y ampliado con la discusión de lecturas como Para una erótica latinoamericana, de Enrique Dussel(1934) editado por la editorial El Perro y la Rana 2007), invitamos a la lectura reflexiva de estos textos para la discusión de la posibilidad de una explicación histórica que permita la visión de la realidad social, política, económica, y antes que nada mental, para poder asimilar una cultura liberadora que puede ser impulso de los cambios hacia el país que todos queremos.



 El otro vector de dominio colonial representado por la cruz, ofrecía una salvación alternativa a esta vida de suplicio, la cual sería hallada en el reino de los cielos y, contaba con un beneficio adicional: salvarlos también de las llamas eternas del infierno a los que aceptaran civilizarse pero no cristianizarse, tan solo con unos minutos en las hogueras de la Inquisición le sellaban el pasaporte al cielo.



El vector de dominio colonial representado con la corona parece ser el más elocuente como símbolo, pero como todo símbolo, posee la cualidad de ampliar su capacidad de síntesis para transmisión de ideas que hace imposible limitar su capacidad de representación   contaba con las Leyes de Indias y la llamada Justa Guerra, que contemplaba que era justo matar a los hombres que se negaran a un trato tan civilizatorio por parte de la única cultura que existía: la europea, para lo cual cuenta con el principio racional que justifica teóricamente la dominación europea, así como del principio cristiano para justificar moralmente lo que describió Bartolomé de las Casas como evangelización o conquista pacífica. 





Por si fuera poco, el principio racional contó con el discurso de la modernidad iniciado por Ginés de Sepúlveda y llevado a su máxima expresión sociológica por Max Weber.

La Historia escrita por los seguidores de Sepúlveda, escrita para la descendencia legítima, blanca, católica, apostólica y romana nos habla de una independencia realizada por un grupo de heróicos varones que se deshicieron del rey de España y de aquestas colonias, que eufemísticamente llamaron provincias.

En esa época que ellos cortaron como un período histórico concluido: la Independencia, sucedieron cosas terribles. Una guerra civil que duró hasta que llegaron tropas pacificadoras provenientes de España e Inglaterra, y se internacionalizó el conflicto. Cuando se hubo firmado el último armisticio para que salieran las tropas extranjeras, el vector de dominio racional, se fortaleció por una racional cuenta con intereses irracionales para pagar y refinanciar las cien revoluciones que hubo, nada más en Venezuela, durante el siglo XIX.

La realidad es que al día siguiente que España reconoció la Independencia (política y administrativa) de Venezuela. Los británicos cruzaron hacia esta rivera del Esequibo vibrador, para explotar las riquezas minerales en el territorio venezolano y usurpar cerca de tres terceras partes de lo que hoy es la República federativa de Guyana, cerca de ciento sesenta mil kilómetros cuadrados usurpados por los mineros británicos.

El resto del siglo XIX transcurrió haciendo la política de los sables y el plomo, financiado por las naciones civilizadas, gentilmente vendían armas en ventajosos empréstitos pagaderos en un siglo, una deuda eterna si no hubieran encontrado petróleo y un Tirano Liberal que la cancelara con una pulcra administración pública, irónicamente durante el centenario de la muerte de Simón Bolívar.

Una nueva reencarnación de los godos que rodearon al general Páez, anti bolivariano como sus ventrílocuos. O como lo llamara un profesor godo de nuestra escuela de historia: la reformulación del proyecto nacional de la sociedad implantada colonial.